Eres una página del diario de ayer, de un suceso cotidiano y poco trascendental. No entiendo entonces de dónde viene el recuerdo.
La tinta de aquella página está disuelta y se volvió a secar en la débil superficie del papel, haciendo grandes manchones, y esas manchas no son más que el pequeño recuerdo que tengo de ti.
¿Para qué recordarte? Precisamente porque las heridas, leves o profundas, dejan sus cicatrices.
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