domingo, 13 de diciembre de 2009

Cuando no quede nada

Después de un fuego intenso, solo queda la brasa, porque todo en la vida tiene su final. Fue una bella historia, llena de encanto y de cuentos que nadie que no esté enamorado creerá. Crecieron las flores repletas de rocío, y un amor lleno de sueños e ilusiones también creció. Lástima que de tanto tiempo en la sombra, a la luz no abrimos los ojos, solo cuando el tiempo hace su obra.
Yo no te culpo por llegar al olvido, y tú no debes culparme por llegar a la indiferencia, pues la esencia de este asunto es que sintiéramos lo mismo los dos. Hoy queda muy poco de lo que hubo ayer. A veces me preguntas qué pasó, y mirándote de frente sólo puedo decirte, si nuestros corazones no saben, tan sólo lo sabe Dios.
Ayer, bajo el crepúsculo, me di cuenta de que queda muy poco para que se extinga la llama que nuestros pechos consumió, porque mientras veíamos caer el sol en nuestras frentes, te vi indiferente, y me vi distante yo. Como quedan sólo bajazos, y el sumo de este fruto ya casi se extinguió, sólo quiero pedirte que cuando no quede nada, me recuerdes bellamente, como te recordaré yo.

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